El hospital estaba silencioso, interrumpido solo por el murmullo lejano de las máquinas y el eco de pasos en los pasillos.
Javier se detuvo frente a la recepción, el corazón latiéndole como un tambor desbocado. Sus manos temblaban ligeramente mientras pronunciaba las palabras que tanto temía.
—Buenas noches… necesito información sobre Paula Bourvaine.
La mujer tras el mostrador lo miró con cautela.
—¿Es familiar? —preguntó con tono protocolario, midiendo cada palabra.
—Soy su esposo —respondió Javier con rapidez, intentando contener el temblor en su voz.
—¿Tiene alguna credencial? —la mujer no apartaba la vista de él.
Javier sacó su carné y lo mostró, sus dedos sudorosos apretando el plástico. La mujer asintió y marcó un número en su teléfono.
—Bien, llamaré al doctor para que le dé información. Espere un momento.
El tiempo parecía estirarse hasta volverse insoportable. Javier permaneció de pie, sintiendo que cada segundo hacía más pesada la espera, que su ansiedad se acumulaba como u