Eloísa se levantó la mañana del viernes con más nervios de los que pensó tendría después de meditar toda la semana para tomar una decisión, la charla con Ezequiel le había servido bastante, él había pasado, como él mismo dijo, por en sima de sus propios valores y ahora estaba afrontando las consecuencias de la peor manera. Eloísa no conocía a profundidad la historia, pero estaba ya segura de la decisión que quería tomar, no se dejaría embaucar por el musculoso cuerpo de Harrison ni por su ávida y ligera lengua, ya tenía muchas presiones en su vida para comenzar a mantener una relación con su profesor de historia. Pero, aunque ya tuviera la decisión tomada, le resultaba angustiante tener que reunirse con él en esa especie de “cita” para aclararlo todo. Así que diez minutos antes de la clase de educación física Eloísa entró a la sala de profesores donde le habían dicho que Harrison calificaba las evaluaciones de filosofía. Eloísa se preguntó en qué momento al hombre el director le había