Gael tuvo que utilizar todas las habilidades que tenía para poder estar sentado frente al celular en medio de la sala. Llevaba dos días sin ir al colegio y estaba casi seguro que ya no volvería, no tenía sentido volver si ni Eloísa ni Ezequiel estaban ahí, y ahora ambos sabían la verdad y la farsa se le había escurrido entre los dedos como un puñado de arena. Gabriel estaba sentado frente a él y señaló el celular con gesto aburrido.
—¿Qué te hace pensar que esta vez sí te devolverá la llamada? —le preguntó y Gael no contestó, nada lo aseguraba —desde que se llevó a papá has intentado esto cada vez que puedes y él no aparece —como para burlarse del pesimismo de Gabriel el teléfono sonó y Gael notó que era un número privado. Cuando contestó y reconoció la voz de Luther al otro lado se le revolvió el estómago, no sabía qué sentir, si odio por escuchar la voz del hombre que le descontroló la vida y secuestró a su padre o un poco de nostalgia por un viejo amigo.
—¿Lo encontraste? —le pregu