Eliana no tuvo tiempo de reaccionar. Apenas podía respirar con la tensión que había entre Dracovish y Kael, y de pronto, la aparición de Veyron hizo estallar la calma en mil pedazos.
El vampiro de ojos rojos se abrió paso entre las grietas del suelo como si la tierra lo hubiese invocado. Una risa grave reverberaba en las paredes del templo.
—Qué escena tan conmovedora… el noble vampiro, el hada virtuosa y la humana especial, todos discutiendo sobre amor y libertad. —Alzó la mano, mostrando un anillo con un emblema oscuro que brillaba tenuemente—. Lástima que ninguno entienda el verdadero juego.
Dracovish gruñó y se adelantó un paso.
—Veyron, ¿qué estás haciendo aquí?
Eliana sintió el aire congelarse. Kael desplegó sus alas con violencia, su lanza de luz materializándose entre sus manos.
—Él no viene solo. Lo siento en su energía… hay algo más.
Veyron sonrió, mostrando los colmillos.
—Por fin, alguien que percibe las cosas como son.
Antes de que pudiera continuar, Dracovish se abalanzó