El gran salón del castillo estaba iluminado por antorchas que proyectaban sombras alargadas sobre las paredes de piedra. Lyra, líder de los vampiros, se mantenía erguida en su trono, sus ojos rojos clavados en Kael, el líder de las hadas. Ambos se observaban con desconfianza, aunque la tensión de la guerra les obligaba a dialogar.
—Tu pueblo nos ha cazado durante siglos —dijo Lyra con voz fría.
—Y el tuyo nos ha reducido a vivir en rincones ocultos —respondió Kael, firme, sin apartar la mirada—. Pero la Orden del Eclipse no distingue. Si no unimos fuerzas, perderemos todo.
Eliana permanecía al lado de Dracovish, escuchando cada palabra, pero su mente estaba en otra parte. La guerra, el pacto, la traición de Veyron… todo se mezclaba con la presencia de Dracovish a su lado, con la fuerza de su mano rozando la suya, con el fuego que ardía en su interior desde hacía semanas.
Las negociaciones se prolongaron. Finalmente, Lyra asintió con un gesto.
—Habrán condiciones, pero habrá pacto. Vam