Las campanas del pueblo repicaron al amanecer, no para anunciar una celebración, sino para convocar a una reunión de urgencia. Los aldeanos acudieron con semblantes tensos, y Eliana, aunque deseaba pasar desapercibida, se mezcló entre la multitud.
En el centro de la plaza, el anciano del consejo habló con voz firme, aunque la edad le hacía temblar las manos.
—Hemos recibido noticias del castillo vampírico. Dicen que sus filas han sido debilitadas por ataques de precisión, como si alguien estuviera entregando información a los enemigos.
Un murmullo recorrió a los presentes. Eliana sintió un escalofrío: aquellas eran exactamente las palabras que Lucien le había susurrado en el bosque.
—¿Acaso insinúan que un vampiro traiciona a los suyos? —preguntó un hombre desde la multitud.
El anciano asintió con solemnidad.
—Eso aseguran. Pero los rumores corren en ambas direcciones. Algunos creen que los humanos hemos dado cobijo a espías de las hadas.
El murmullo se convirtió en voces alteradas.