La luz de la antorcha proyectaba sombras danzantes sobre las paredes del pasadizo. Liria seguía a Evran, quien avanzaba con la familiaridad de quien conoce cada piedra del camino. El estrecho corredor descendía en una suave pendiente, y el aire se tornaba más frío conforme se adentraban en las entrañas del castillo.
—Este pasaje conecta con la biblioteca real —explicó Evran en voz baja—. Pocos conocen su existencia. Los antiguos reyes lo utilizaban para consultar textos prohibidos sin ser vistos.
Liria rozó con sus dedos la pared húmeda. "Cuántos secretos guarda este castillo", pensó. Cada día descubría un nuevo misterio, como si Norvhar fuera un libro que se revelaba página a página ante sus ojos.
—¿Cómo descubriste estos pasadizos? —preguntó, genuinamente intrigada.
Evran se detuvo un momento, y la luz de la antorcha iluminó su perfil afilado.
—Cuando eres un bastardo en la corte, aprendes a moverte por las sombras —respondió con una sonrisa enigmática—. Los sirvientes hablan, los g