AUGUSTO DE FILIPPI
Después de ver a mi cuñadita toda furiosa caminar rápido, seguida de cerca por Josh —que con un solo paso de sus piernas largas ya la alcanzaba—, volteé hacia Lucy y acaricié su rostro.
—Vamos a pasar el día juntos.
—Como cada día —respondió ella con una sonrisa.
—No. Pasaremos el día juntos, los dos solos.
Sus ojitos se llenaron de luz y me sonrió.
—Pero Lucien no nos va a dejar.
—Ya hablé con él. Está todo listo. Pasaremos el día recorriendo Milán, solo tú y yo.
Lucy sonrió con entusiasmo y dio pequeños saltitos. Vi salir a Damián, así que supuse que ya estaba todo preparado.
—Vamos.
La tomé de la mano y subimos al auto. Las calles de Milán estaban hermosas. Damián nos dejó en el centro comercial. Jugamos videojuegos, autitos chocones, comimos helado, fuimos al cine a ver una película que a Lucy le encantaba. Luego tomamos uno de esos cafés helados que tanto le gustaban.
Le envié un mensaje a Damián, y en 30 minutos estuvo esperándonos.
—Agus, este fue un día mara