En el despacho de Mr. Dark, la tensión se respiraba en el aire. Las luces tenues y el silencio absoluto solo eran interrumpidos por los sonidos secos del teclado y los zumbidos suaves de los ventiladores de las pantallas.
Mr. Dark miraba fijamente una de las cámaras que había instalado en el galpón. La grabación mostraba cómo Bastien, con esa mirada helada y asesina, arrasaba con cada obstáculo en su camino para rescatar a Kate. Su brutal precisión y falta de piedad encendieron una furia en su interior.
—¡Maldita sea! —gritó, golpeando con fuerza el escritorio de mármol oscuro, haciendo temblar un vaso que se volcó y derramó whisky sobre unos papeles.
Su mano derecha, un hombre robusto de rostro serio, lo observaba con nerviosismo desde la esquina de la sala.
—Se lo dije, jefe… debíamos tener mucho cuidado con él. Esta noche perdimos a más de cincuenta hombres bien entrenados… y Bastien no perdió ninguno. Ni uno solo.
—¿Y los médicos?
—Se los llevaron. Estoy seguro de que los está int