ADELINE DE FILIPPI
La tarde caía lenta en Italia, tiñendo el cielo con tonos anaranjados y rosados que se colaban por los ventanales. El comedor estaba despejado, aunque en la mesa aún quedaban migajas de un pastel de chocolate que se me había antojado un par de horas antes. Me pasé una mano por el vientre de manera inconsciente; ese gesto se estaba volviendo costumbre, como si ya buscara proteger lo que apenas empezaba a crecer en mí.
Lucien y yo nos acomodamos frente al portátil. A nuestro lado, Anny y Silvano se mantenían expectantes, casi más nerviosos que nosotros. Ellos sabían que no solo íbamos a anunciar el matrimonio, sino también lo otro… ese secreto que me llenaba de nervios y alegría al mismo tiempo, como si mi pecho fuera demasiado pequeño para contener tanto.
La pantalla se iluminó de pronto y allí estaban: cuatro rostros que me hicieron sonreír sin pensarlo. Papá y mamá, con la misma elegancia de siempre, acompañados de tío Lucca y tía Ara desde América. Se habían senta