Shadowfox y Rosa negra, regresan a casa.
ADELINE DE FILIPPI
La habitación estaba en penumbras, iluminada apenas por la lámpara tenue junto a la cama. Me dejé caer sobre el colchón con un suspiro, agotada. Las lágrimas aún humedecían mis mejillas, aunque esta vez no eran de tristeza, sino de esa mezcla de miedo y felicidad que me revolvía el pecho.
Lucien cerró la puerta detrás de nosotros y el silencio de la habitación me envolvió como un abrigo. Sentí el colchón hundirse a mi lado cuando se sentó.
—Amore… —susurró, tomando mi rostro entre sus manos grandes y cálidas—. ¿Por qué no me lo dijiste antes?
Me mordí el labio, bajando la mirada.
—Porque no lo sabía, ni siquiera lo había pensado. Apenas lo supe corrí a decírtelo, aunque tuve miedo… tuve miedo de que no lo quisieras, no estaba en nuestros planes.
—¿No quererlo? —Su voz se quebró, y cuando lo miré vi el brillo húmedo en sus ojos—. Addy, amor mío, es lo mejor que me has dado en toda mi vida.
Me acerqué despacio y apoyé mi frente contra su pecho. Su corazón latía rápido