MARIE MORETTI
Tener a mamá en la cocina era como encender la chimenea en invierno: todo cambiaba. El olor a café y tostadas ya era bueno, pero con su risa y su forma de hablarlo todo… se sentía distinto, más lleno.
Yo seguía regañando a Josh por haberse levantado, pero ella lo defendía con esa voz dulce que en realidad no deja lugar a discusión. Y ahí estaba él, con su sonrisa tranquila, como si no supiera que yo le había dicho que no se moviera de la cama.
Me mordí la lengua para no sonreír. No iba a mostrar debilidad, si había alguien en el mundo que podía hacerme callar con una mirada, esa era mi madre. No sé que poder tenían esos ojos azules, pero una mirada de ella y papá corría, Lucien obedecía, y yo me quedaba callada.
Estábamos hablando cuando las risas suaves se cortaron por el sonido de pasos. Mis tíos entraron a la cocina. El cabello de ella estaba húmedo, igual que el de él, y no hacía falta que nadie dijera nada para saber qué habían estado haciendo… y que seguramente hab