LUCIEN MORETTI
Estaba sentado en el sofá con Addy recostada sobre mi pecho. Su cabello olía a flores dulces y recién lavadas. Ella jugaba distraída con los botones de mi camisa, como si no tuviéramos un plan de guerra trazado sobre cada rincón del país. Pero lo teníamos. Solo que ese momento, en esa sala, quería que durara un poco más.
—¿Tú crees que lo entenderán? —me preguntó en voz baja.
—No tienen opción, mi amor —respondí, besándole la frente—. Es eso o regresan a casa. Y no pienso separarme de ti, ni de ninguno, pero tampoco dejaré que esten en peligro.
Ella asintió, pero lo noté en su mirada: temía por ellos. Por Agus. Por mis hermanas. Por la locura que se avecinaba. Y yo también.
—¿Ya vienen? —preguntó, incorporándose.
—Sí. Les pedí que vinieran los tres juntos. Quiero que todos escuchen esto al mismo tiempo.
No pasaron cinco minutos cuando la puerta se abrió. Marie, como siempre, con su estilo informal y cara de pocos amigos. Lucy, con una sonrisa tímida, tomada de la mano d