MARIE MORETTI
Llegamos a la casa de Tía Ella y tía Moira entre risas y comentarios sarcásticos, disfrutando de cada minuto de nuestra pequeña victoria. Yo no paraba de reír, y la energía de Anny y Moira era contagiosa. Yo, por mi parte, no hacía más que imaginar la cara de Michelle cuando todos vieron su caída olorosa en el desfile. Esa noche quedaría grabada en las redes sociales para siempre.
Anny y yo nos miramos cómplices mientras empujábamos la puerta de la casa.
Tía Ella estaba allí, como siempre, elegante, atemporal, alegre. Cuando nos vio, nos recibió con abrazos y gritos como siempre. Y mientras Anny continuaba hablando de los pasteles que Tía Ella había preparado.
— ¡Tía Ella! — Le dije entre risas. — ¡No sabes lo que hemos hecho! ¡Michelle está destrozada! Le dimos un espectáculo que no olvidará en su vida.
Ella nos observó con una pequeña sonrisa y levantó una ceja, claramente intrigada.
— A ver, cuéntame todo, quiero detalles, aunque mi amorcito me envió algunos videos, n