Lo admito, fue hermoso.
JOSH MEDICCI
Tengo que admitirlo: fue hermoso.
Verlo tambalearse en la pasarela, con esa cara de príncipe barato transformándose en pura desesperación intestinal, fue... arte. Justicia poética. La caída de un idiota con ínfulas de estrella.
Y todo orquestado por una señorita con uñas perfectas y sonrisa de demonio. Marie Moretti.
Desde mi puesto contra la pared, los brazos cruzados, observé cada detalle sin intervenir. No necesitaba hacerlo. Las verdaderas reinas saben vengarse sin ensuciarse las manos. Aunque en este caso, el que terminó muy sucio fue otro.
Marie rió con Anny como si acabaran de ganar un Oscar. Chocaron palmas, susurraron algo, y las vi girarse de reojo para asegurarse de que yo también había presenciado el desastre.
Claro que lo vi.
¿Cómo no verlo?
Yo fui quien le sostuvo la puerta a Marie cuando entraron al estudio. El que consiguió un laxante de efecto rápido y devastador. Quien se aseguró de que Moira Ricci recibiera "el paquete" (léase: la víctima). Quien "casua