Nadie puede hacerme caer de rodillas, excepto tú.
ANNELISSE DE FILIPPI
Entré a mi habitación con la sonrisa más traviesa que podía tener en el rostro. De esas que no se esconden, que brillan solas. El aire olía a venganza cumplida… y éxito viral.
—Dios, qué día más hermoso.
Iba a dejarme caer sobre la cama cuando lo vi Salir del baño.
Cabello húmedo. Piel aún perlada por el agua. Solo una toalla colgando de su cadera.
Silvano.
Y yo ahí, como si nada. Pero con los ojos recorriéndolo con el descaro de quien ya lo ha visto todo… y quiere volver a verlo.
Él se detuvo al notar mi sonrisa. Frunció los labios con diversión.
—¿A quién arruinaste ahora, Annelisse?
Solté una risita, caminando hacia él.
—No fui yo sola. Esta vez, fue en equipo.
—¿Equipo? —Su ceja se arqueó con elegancia—. ¿Marie?
Asentí orgullosa.
—Michelle… ese imbécil, intentó usarla. Quería ganarse su cariño solo para acercarse a Lucien y escalar posiciones en la empresa. Lo escuchó decirlo todo. La trató de “presa fácil”, ¿puedes creerlo?
Silvano bufó. Su mandíbula se marcó