JOSH MEDICCI
Dormía.
O eso creía.
Porque bastó un solo segundo… un solo roce… para que mi cuerpo saltara como un resorte y mi instinto se activara sin pensar.
Mi mano fue directo al arma bajo la almohada.
—¡¿Qué mier...?! —exclamé al apuntar, solo para encontrarme con unos ojos oscuros, brillantes… conocidos.
Marie.
—¿Marie? ¿Qué haces aquí? ¡¿Estás loca?! —Mi voz salió rasposa, aún entre el sueño y el desconcierto.
Ella no respondió. Solo levantó su dedo con una maldita calma que me descolocó por completo y empujó suavemente el cañón hacia un lado.
—Sí. Estoy loca. Lo sabes desde que me conociste —susurró con esa sonrisa peligrosa.
Y antes de que pudiera procesarlo, su boca cayó sobre la mía.
Fuego. Caos. Un huracán con sabor a tentación.
Mi cerebro me gritó que me detuviera. Que esto estaba mal. Que no debía. MlERDA, Marie tenía 17 años y yo 19, no podía estar haciendo esto.
Pero mi cuerpo… Maldita sea mi cuerpo no me respondía a mí, le respondía a ella.
Sus labios eran una maldita