El sol caía suave sobre la terraza de la villa. El aire olía a jazmín y a café recién hecho. Bastien estaba sentado con una taza en la mano, mirando hacia el jardín. Sus ojos miel, antes duros como acero, ahora eran tranquilos… llenos de vida.
Kate salió con una manta sobre los hombros. Se acomodó a su lado y apoyó la cabeza en su hombro. —Quince años —susurró—. ¿Puedes creerlo? —Quince años desde que me diste el mundo —respondió él, acariciándole el cabello—. Porque eso eres, Kate. Mi mundo.
—Quince años desde que me secuestraste camino a la universidad —sonrió Kate.
—Debo reconocer que no fuiste fácil.
—¿Cuándo lo bueno ha sido fácil, amado mío?
En el jardín, Anny corría riendo detrás de Agus, mientras Lucy y Lauren, la otra hija de Lucca, hacían castillos con tierra y ramitas.
—Están tan grandes… —dijo Kate, con un nudo dulce en la garganta.
—Y son tan nuestros, los que hicimos juntos, como los que hicieron Lucca y Ara —agregó Bastien, con orgullo y una risita.
Kate giró el rost