LUCIEN MORETTI
El sonido del mar fue lo primero que escuché.
Ese vaivén constante de las olas rompiendo suave contra la orilla, como si el universo respirara con calma por primera vez en años. Abrí los ojos lentamente, sin moverme. Había algo en ese instante que no quería romper.
La luz del amanecer se filtraba entre las cortinas blancas, tiñendo la habitación de un dorado cálido. Afuera, todo estaba en paz. Adentro… también.
Addy dormía acurrucada contra mi pecho, una de sus piernas cruzada sobre las mías, su respiración profunda rozando la base de mi garganta. Su cabello estaba hecho un desastre, pero nunca había visto algo tan perfecto. La tenía envuelta entre mis brazos como si aún temiera que desapareciera. Como si en cualquier momento todo esto pudiera no ser más que un sueño.
Pero no lo era.
Acaricié su espalda desnuda con la yema de los dedos, muy despacio, como si cada caricia fuera una oración. Nuestros cuerpos desnudos se rozaban. Su piel estaba tibia, y bajo mi mano, su c