Ese amor que te desborda.
ADELINE
Llegamos a la casa y Lucien caminó hacia la cocina para preparar algo simple. Yo me senté en el sofá, con las piernas recogidas, observándolo en silencio. Había una paz peligrosa en ese momento. Esa clase de calma que precede al terremoto.
—No soy un cocinero diestro como tu padre, pero la pasta es mi especialidad —me dijo con una sonrisa mientras servía dos platos de pasta con una salsa blanca con champiñones.
—Se ve delicioso.
La cena estaba realmente rica. Además, había pan, queso, uvas y vino blanco frío que encontramos en la nevera. Comimos sentados en el suelo, riéndonos por nada, rozando los dedos entre bocados, jugando a no tocar lo que realmente importaba. Hasta que ya no pudimos más.
Me puse de pie y caminé hacia la terraza. La brisa me levantaba el cabello, y el murmullo del mar era lo único que llenaba el espacio entre mis pensamientos. Sentí sus pasos detrás de mí, lentos, medidos, y cuando su mano rozó la mía, me giré.
No hubo palabras.
Solo sus ojos clavados en