Chiara sabía que se encontraba en medio de una guerra. Bueno, siempre había estado, desde que había nacido en ese medio, pero nunca tan cercano. En los ojos de Adriano se miraba y notaba la furia. En todos sus años de Don, nadie, nunca, había intentado meterse en su casa. El hombre había ido con sus subordinados, mientras que Chiara se había quedado en casa. En ella se encontraba la familia de su esposo.
—Veo que mi hermanito te dejó sola otra vez —la voz de Adalberto la sacó de sus pensamientos, después de leer esta última estrofa del diario de Martina.
—Sí, es la primera vez que atacan la casa o intentan hacerlo. Creo que es un mal Don… o ya comenzó a tener enemigos —el hombre se acercó a la chica.
—Tu padre debió pensar mejor con quién casarte —le dijo.
Chiara lo miró con desprecio. No comprendía el cariño estúpido que decía tenerle Martina a ese hombre, si con solo verlo de primera se notaba la envidia y odio que tenía hacia su hermano. Quizás Adriano nunca lo había notado, pero e