Chiara se encontraba en la habitación que compartía con su ahora esposo, Adriano. El hombre aún no había llegado, y eso era, al menos para ella, un pequeño alivio. Así podría leer con calma un poco más acerca de esa mujer de la que tanto hablaban, esa que, según algunos, podía haber sido su anterior vida.
Estaba recostada en un hermoso sillón, mullido y elegante, uno de esos muebles que parecían invitar a perderse en sus brazos. El ambiente era sereno, y por un instante Chiara sintió que todo a su alrededor desaparecía: las paredes, la alfombra, el murmullo lejano de los empleados de la mansión. Solo quedaban las páginas del diario abierto entre sus manos y esas escenas que, de algún modo extraño, le pertenecían y al mismo tiempo no.
Diario de Martina
El día de hoy, fuimos a Palermo mi familia y yo. Tenía semanas que mi padre no me trataba mal y, según él, todo se debía a mi novio, el mafioso. Pero yo sentía que Adriano me ocultaba algo. Ese día lo vi en la ciudad, iba acompañado de s