Se encontraban en su luna de miel, en una de las bellas islas que pertenecían a la familia Bianchi. Chiara y Adriano eran felices. El lugar era tranquilo, con playas de un azul profundo y brillante, y tan solo unos cuantos lugareños, empleados de Adriano.
La pareja pasaba los días entre la playa y la alberca. Durante su estancia, Adriano tenía reuniones diarias con sus subordinados, siempre a la misma hora y con la misma duración. Chiara aprovechaba esos momentos para leer el diario de Martina. La iba conociendo poco a poco, y con ello, parecía recuperar memorias de una vida pasada.
Se sentó en uno de los camastros y comenzó a leer.
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Diario de Martina:
Hoy me pidió salir con él nuevamente. Fue algo mágico. Fuimos a cenar a Palermo, y antes pasamos por una pequeña floristería. Al parecer, también lo conocen ahí. Es raro: siempre mandan saludos al padre de Adriano, incluso me regalaron flores. Adriano insistió en pagar, pero el dueño se negó. Dijo que gracias a ellos tenía ese negoci