Capítulo 2

—¿Ah sí? —preguntó con sarcasmo. —Puedes decirme entonces… ¿Por qué mi hija se comporta como una vulgar asesina a sueldo? —interrogó golpeando la mesa. El sonido me hizo saltar en mi asiento, pocas veces lo había visto tan furioso.

Tan poco entendía porqué se enojaba tanto. Normalmente el underboss se encargaba de estos trabajos, él mismo lo hizo cuando tenía mi edad. También había supervisado personalmente mi entrenamiento, sabía defenderme mejor que nadie y eso sumado a que mis hombres me acompañaban a dónde sea que fuera.

Yo también comenzaba a enojarme, detestaba que me subestimara siempre.

—Tía Veronika pidió mi ayuda para esto. —dije poniéndome de pie. El Boss estaba sentado, así que quedamos a la misma altura. —Esas cucarachas seguían vendiendo en nuestro territorio, no podíamos permitirlo. —sisee entre dientes.

—¡Para eso están los ubiytsy! —gritó nuevamente. Su rostro tenía una expresión desencajada y ahora también se encontraba de pie, mirándome rabioso.

Azul contra verde. Boss contra underboss. No era la primera vez que nos enfrentábamos de esta manera. Teníamos el mismo carácter, así que normalmente mamá intervenía antes de que la discusión pudiese escalara de alguna manera. Sabía que papá jamás atentaría contra mí, pero en la Bratva los castigos se repartían por igual sin importar nuestro rango. Como hija debía poner el ejemplo.

—Soy underboss en esta organización, no puedes decirme de qué encargarme y de qué no. —En teoría si podía, pero no dejaría que tuviese la última palabra. —Me encargue de esto como cualquiera, sin dejar ninguna huella o rastro. —afirme.

—Eso no importa, ninguna hija mía estará haciendo trabajos de inferiores. —exclamó tangente. —Y para que esto se cumpla, he preparado una solución. —La sonrisa satisfecha que se extendió en sus labios me hizo enderezar la espalda.

Enarque una ceja en su dirección, ¿en qué demonios estaba pensando?

—Por favor, deja que entré. —ordenó al voyeviki que custodiaba la puerta.

Este asintió y salió de la oficina. Segundos después entró con alguien que seguía sus pasos, el voyeviki reverencio a mi padre y se apartó, dejando ver a la persona que conocía perfectamente. ¿Qué demonios estaba planeando el Boss?

—Boss. —saludó Alonzo Rinaldi, pupilo de la Bratva. —Estoy a sus órdenes.

—Bienvenido Alonzo, por favor toma asiento. —pidió señalando la silla a mi lado. Intente pasar por alto que el tono que usaba con él era mucho más amable.

—¿Me dirás que está sucediendo? —demande tuteándolo. Estaba ansiosa.

—Alonzo será tu nuevo guardaespaldas. —anunció dejando caer la bomba. —Necesito a alguien de confianza que te vigile y evite te metas en más problemas.

No. Definitivamente no. De entre todas las personas, Alonzo Rinaldi era la última que deseaba tener en mi equipo, primero muerta que tenerlo de soplón.

—No soy una niña como para que tengas que ponerme niñera. —afirme poniéndome de pie. —Si no le encuentras un lugar, asígnalo como guardaespaldas de los gemelos o envíalo directamente a las calderas. —exigí desesperada.

—No recuerdo haber pedido tu opinión sobre esto. La Bratva no es una democracia, aquí el líder soy yo, por tanto, se hace lo que demande. —Me recordó.

—Tienes que estar bromeando. —El semblante en su rostro decía todo lo contrario. —Papá, no puedes hacerme esto, ¿cómo me van a respetar mis hombres? —chille fastidiada. De por si me costo ganarme mi puesto entre ellos.

—Ese es tu problema, no mío. —exclamó volviéndose a sentar. —A partir de hoy el señor Rinaldi se unirá a tu cuerpo de seguridad y no quiero oír una palabra al respecto. —El tono de su voz demostraba que daba esta charla por terminada.

Me di la vuelta y salí furiosa del despacho. Los voyeviki tuvieron que apartarse para evitar que los golpeara con la puerta. Todos sabían que nada terminaba bien cuando mi padre y yo nos enfrentábamos; él era el león de la mafiya y yo la tigresa.

Camine por el pasillo directamente a mi habitación. Entonces escuché unos pasos que me seguían y detuve mi andar repentinamente. Di la vuelta, encontrándome como mi nuevo guardaespaldas. La simple palabra provocaba que mi estomago se revolviera por el asco, mis labios adoptaron una mueca arrogante.

—Te aconsejo no ponerte muy cómodo, no duraras en este puesto mucho tiempo. —señale alzando el mentón. —A mis hombres los escojo yo misma y tu no das la talla. —Repase su apariencia de arriba abajo, lo que solo aumento mi enojo.

Aquella era una mentira descarada y ambos lo sabíamos. Estaba más que capacitado para ser mi guardaespaldas y el de cualquier otro miembro de la familia. Había entrado a la organización desde que era un niño, su padre trabajaba como espía de la Bratva desde hace años, lo dejo aquí para mantener la neutralidad. Su hermano era parte de la familia italiana, ambos fueron usados como garantía.

—Solo el mismo Boss puede despojarme de mi cargo. —puntualizó sin más.

Una sonrisa ladina apareció en mi boca. No sabía lo que le esperaba aquí.

—Nadie va a expulsarte, tu mismo renunciarás. —Mis palabras eran una promesa y solía cumplirlas al pie de la letra. —Haré de tu vida un inferno en la tierra, te arrepentirás de convertirte en un maldito topo. —dije con seguridad.

Abrí la puerta de mi habitación y entré antes de darle la oportunidad de responder. Una vez allí me dejé caer sobre la cama, había sido un día duro y eso que a penas salía el sol. Caí rendida nada más tocar la almohada, debido al cansancio.

Los días siguientes no fueron los mejores. Tuve que abandonar muchas tareas debido al nuevo soplón que tenía entre los míos. Por suerte mis voyeviki estaban de mi lado y a ninguno tampoco le cayó bien el tipo. La lealtad era algo importante en la organización y ellos tenían claro que donde comentaran alguna de mis cosas.

Tendrían que irse a la otra punta del mundo, porque pediría sus lenguas.

—Hoy voy a irme de fiesta, así que todos estén preparados. —anuncie una tarde. Usualmente entrenaba con el resto de los voyeviki para mejorar mi condición. —Quien se duerma en su turno, termina en el gulag. —les recordé.

—No creo que tu padre esté de acuerdo… —comenzó diciendo Alonzo.

—Entonces ve a chismosearle, pero para entonces ya me habré ido. No te perdonara que me dejes sin vigilancia. —afirme mientras tomaba un trago de agua.

Mis palabras hicieron que cerrara la boca y asentí complacida. Desde niños nunca nos habíamos llevado bien, por lo general terminábamos llegando a los golpes. Y a pesar de ser una mujer, jamás me dejé amedrentar y los devolví todos.

—Ya saben dónde tienen que esperarme. —Fue mi última orden antes de marcharme para prepararme. —Lleguen tarde y pasaran la noche en las calderas.

Salí de casa ya entrada la noche. En un pueblo cerca de la Fortaleza Roja había varios lugares a los que asistir, algunos abiertos a todo publico y otros clandestino. Pero cuando eres la hija del Boss no hay ninguna puerta o ventana cerrada para mí. Hacía frío, así que llevaba un abrigo blanco sobre el vestido cuero que me puse, las botas negras altas brillaban con la luz de la luna. Mi cabello se movía con la brisa.

—Estamos a unos cinco minutos, princesa. —dijo uno de mis voyeviki mirándome por el retrovisor. —Ya tienen un lugar para usted en el club. —afirmó.

Apague el teléfono que tenía en la mano, guardándolo en mi bolso. Conmigo viajaban dos voyeviki y detrás de nosotros venía una camioneta siguiéndonos con el resto. Normalmente salía con cinco o seis de ellos y uno solo equivalía a diez soldados entrenados, por lo que podía estar segura de que nada me pasaría. Un tiro le atravesaría la frente a cualquier persona antes de que pudiese siquiera tocarme.

La camioneta se aparcó en el estacionamiento de un edificio que había en el pueblo. Desde la juventud de mis padres la zona había cambiado demasiado, modernizándose para atraer muchos más turistas, aunque seguía siendo pequeño para llamarlo ciudad. Era territorio de la Bratva y se había convertido en un centro de entretenimiento para ricos y poderosos, no cualquiera podía encontrarlo.

 —Ya saben cómo deben ubicarse. —dije bajándome de la camioneta, los demás ya había llegado. —Solo dos vendrán conmigo, el resto tomarán sus puestos estratégicos. Rinaldi, tu vienes conmigo. —ordene quitándome el abrigo.

No había detallado al hombre esa noche, pero ahora que lo hacía reconocía que era bastante atractivo. Por lo general los tipos que pertenecían a mi guardia lucían más malos que atractivos, era un requisito importante para mantener a las personas alejadas. Sin embargo, Alonzo tenía un tipo de imponencia que solo había visto en mi padre hasta ahora. No tenía que tener cicatrices o tatuajes para hacerle entender a la gente que debían mantenerse completamente lejos de él.

Sacudí la cabeza, ¿en qué demonios estaba pesando ahora mismo?

Mi espalda quedó al descubierto, por lo que mi piel se estremeció con el viento. Una joya plateada colgaba de mi cuello y un anillo que rebelaba quién era estaba en mi dedo de en medio. ¿Qué por qué elegía a Alonzo? Bueno, me apegaba al dicho de: “Mantén a tus amigos cerca y a tus enemigos mucho más cerca.”

En la entrada había un guarura moreno con varios tatuajes en su piel. Alce mi mano para mostrarle el anillo y se aparto de inmediato, subí con mis voyeviki por el ascensor hasta el último piso del edificio. Las puertas se abrieron llenando mis oídos con la estruendosa música que provenía del club y los cientos de luces.

—Quiero a cada uno de ustedes a mi lado. —agregue dando un paso adentro.

Fui directamente hasta la barra y ordené una bebida para mí. Barrí el lugar con mi mirada, buscando a la presa de esta noche, noté algunos chicos guapos, pero ninguno era de mi completo agrado. Resople por lo bajo aburrida, ¿dónde estaban los hombres poderosos que te hacían temblar las piernas con una mirada? Tomé mi bebida de un trago y me puse de pie con dirección a la pista.

Ni siquiera preste atención a los guardias que me acompañaban, los olvide de inmediato. Pronto dejé de pensar en cualquiera de los problemas que tenía y me comencé a divertir. Las luces pronto me atrajeron y las bebidas no llegaban de estar en mi mano, la despreocupación comenzó a llenar mi torrente sanguineo.

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