Capítulo 6
Debe darte un heredero
Cada paso que daba Maya se sentía como una prueba a su propia paciencia. Podía oír murmullos al otro lado de las paredes: voces bajas, llenas de expectación. Al llegar al final del corredor, las puertas dobles de madera tallada se abrieron con un chirrido lento, casi solemne.
Del otro lado, la sala era imponente, con techos altos sostenidos por vigas oscuras y un fuego central ardiendo con intensidad.
Había al menos treinta personas reunidas allí. Algunos sentados en semicírculo, otros de pie, todos con el mismo aire salvaje y atento.Los Selmorra.
La manada del Alfa.Y todos los ojos estaban fijos en ella.—Maya, no digas nada. Yo hablaré —le susurró Erick.
—Bi… bien… —respondió ella con un hilo de voz.
Erick caminó hacia el fuego, erguido, seguro. Ella debía seguirlo, cruzar el espacio como si le perteneciera, como si tuviera derecho a estar allí.
"Vamos, debo fingir ser esa tal Larsen..." pensó, esforzándose por controlar su respiración.
—Hermanos —dijo Erick, con su voz grave y clara—, el linaje perdido ha regresado. Maya Larsen está con nosotros. Bajo mi protección. Bajo el pacto antiguo que volverá a darnos el control y seremos nuevamente quienes gobiernen por sobre cualquier otro clan.
"Es ella…"
"¡Nadie más se atreverá a atacar Selmorra!" "Mírenla, tiene el cabello dorado..." "¡Es imposible!" "Después de tanto tiempo..."Las voces se alzaban por toda la sala, cruzando susurros y exclamaciones. El corazón de Maya latía con fuerza, una y otra vez, como si quisiera huir de su pecho.
—Habla, muchacha. Eres la joven que finalmente nos traerá paz —exclamó uno de los ancianos, con voz áspera pero esperanzada.
—Yo… no sé… —balbuceó Maya, apenas audible.
"No puedo mentir… ni siquiera sé de qué se trata todo esto. Erick no me ha explicado nada. Mi corazón se estremece cada vez que pienso en el acuerdo. Denzel acaba de morir… y ahora estoy en otro clan. Pero solo hay una cosa que deseo: volver a casa. Volver al mundo humano."
—¡Deben casarse! Si nuestro fuerte alfa contrae matrimonio con una Larsen y nos dan un heredero, esto sería fantástico… —mencionó uno de los ancianos, con su voz retumbando en la sala con un entusiasmo que a Maya le heló la sangre.
La tensión se hizo densa. Por un instante, nadie habló. Maya sintió cómo la presión subía en su pecho, cómo el aire parecía hacerse más denso.
Erick no respondió de inmediato. Soltó su mano con suavidad, pero cuando sus ojos se posaron en ella, ya no había amabilidad en su mirada. Solo frialdad… y ¿Desprecio?
—Eso no está decidido aún —dijo con tono seco, cortante. Luego desvió la vista como si Maya no valiera más que una pieza mal colocada en un tablero de estrategia.
La sala se llenó de murmullos. Maya se mantuvo quieta, tragando saliva, deseando ser invisible. Erick dio un paso atrás y, con un simple gesto, indicó a dos miembros del clan que la escoltaran.
—Llévenla a su habitación. Necesita descansar —ordenó sin mirarla.
Sin entender bien cómo, Maya comenzó a caminar entre los Selmorra. Sentía las miradas clavadas en su espalda, algunas de curiosidad, otras de desconfianza, y unas pocas… de odio. El largo pasillo parecía un túnel sin fin, al llegar a la habitación, una puerta de madera se cerró tras ella. Maya se sentó en el borde de la cama, con la mente aún girando.
"¿Casarme con Erick? ¿Un heredero? Esto es una locura… Ni siquiera soy quien creen que soy."
Apoyó los codos en las rodillas y se cubrió el rostro con las manos.
"¿Por qué me mira así? ¿Qué le hice? No soy esa Larsen, ni quiero serlo. Todo esto es un error."
La puerta se abrió brevemente y una joven dejó una bandeja con comida sin decir palabra. Luego se fue.
Maya no tocó nada. Miró por la ventana, con los ojos ardiendo de cansancio y miedo.
"Tengo que salir de aquí. Antes de que sea demasiado tarde."
El sonido seco de la puerta al abrirse la sobresaltó. Se giró de inmediato. Erick entró sin anunciarse, cerrando detrás de sí con calma calculada. Su expresión era dura, inescrutable. No tenía el aire protector que había mostrado frente a los demás. Ahora lo que se dibujaba en su rostro era puro juicio… y una pizca de fastidio.
—Necesitamos hablar —dijo, sin rodeos.
Maya se quedó de pie, sin moverse.
—¿Ahora qué? —murmuró.
Erick avanzó hasta quedar a un par de pasos de ella. No había calor en su mirada, solo ese tono severo.
—Quítate la ropa —ordenó con frialdad.
Maya dio un paso atrás, el cuerpo tenso, la piel erizada.
—¿Qué…? No. ¡No!.
Erick alzó una mano con exasperación y la apoyó en su propio rostro.
—No es lo que estás pensando. No voy a tocarte. Ni me interesa. Pero tú no eres una Larsen. Y si vas a seguir aquí, necesitas parecer una. Necesitamos marcarte.
El corazón de Maya se aceleró.
—¿Marcarme?
—Sí. Los verdaderos Larsen nacen con una señal. Una marca en la piel que prueba su linaje. Pero tú no la tienes… porque no eres una de ellos —la miró con cierta compasi{on
Maya no supo qué responder. Bajó la vista. Sabía que tenía razón.
—Entonces… ¿me van a tatuar? ¿Grabar algo en mi cuerpo?
—No. Se hará como se hacía antes. Con fuego. Será rápido.
Ella lo miró con horror.
—¿Y si me niego?
Erick se acercó un poco más..
—Si te niegas, sabrán que eres una impostora. Y no puedo protegerte de ellos. Ni siquiera intentaría hacerlo, tu destino puede ser peor que antes.
Maya no respondió, se quedó sentada al borde de la cama, sus dedos jugaban con el borde de la manta, sin atreverse a mirarlo. Erick se apoyó en el marco de la puerta, con los brazos cruzados.—Prepárate —repitió con firmeza—. Mañana al amanecer. Y será mejor que no llores, Maya. Nadie debe escuchar nada.
Ella asintió, apenas perceptible. Erick suspiró, como si quisiera acabar rápido con lo que tenía que decir.
—La anciana te ayudará. No tengo intención de... de sobrepasarme contigo. No fue apropiado cómo lo dije antes. Lo sé.
Dudó un segundo, como si no estuviera seguro de seguir hablando. Pero lo hizo.
—Esto no es una elección. No si quieres sobrevivir allá afuera. Sólo aceptan a los suyos. A los lobos. No a los híbridos a excepción de un Larsen, tu eres humana, eso es aún peor.
—Es dificil… —Responde ella.
—No es justo, lo sé. Pero tampoco lo es este mundo. Si no encajas, desapareces. Es así de simple, tienes una oportunidad y ambos saldremos ganando.
Se acercó unos pasos, sin cruzar la distancia que la separaba de él.
—Estás viva porque te escondiste bien, pero eso ya no es suficiente. Si quieres caminar entre ellos, debes parecer una de ellos. Sólo así tendrás una oportunidad.
—Lo se, además tenemos un acuerdo.
—No lo hago por mí. No me importa si me odias después. Pero esto… es por el bien de todo Selmorra.
Se giró hacia la puerta, y antes de salir, dijo sin emoción y con una mezcla de frialdad y cierto respeto.
—Descansa. Mañana no podrás permitirte flaquezas.
Y se fue…
“El no solo es un alfa tan frío como el hielo, sino que intenta ser amable… hace tanto que no lo son conmigo…”
Hola, soy nueva en este mundo de escritores... Espero que la historia te esté gustando... :)