CAPÍTULO 24

Los ojos de mi tío están sobre los míos, me mira con un odio y furia que jamás había visto en él.

—¡¿Qué demonios haces en mi escritorio?!

Creo que su mandíbula casi se desencaja.

Necesito tener esa carpeta en mi manos, es lo único en lo que pienso ahora. Sus gritos no me amedrentan, porque ya sabía yo que él podría ser esto que veo frente a mí.

—Solo curioseaba... —Me paseo por el lugar de manera cautelosa.

—Mientes. —Su mirada se vuelve oscura, perversa.

De repente se abalanza sobre mí, tratando de arañar mi rostro con sus filosas uñas de brujo. Pero antes que llegue a rozarme un poco la piel de los brazos, doy varios pasos hacia atrás y por accidente caigo de bruces contra el suelo.

—¡Maldita mocosa! ¿A dónde se fue? ¡Vengan todos y búsquenla! —grita colérico a sus empleados.

¿Una maldita mocosa? Eso es lo que soy para mi tío. Pues bien, me importa poco si me quiere o no, por mí ahora que se vaya al diablo y se queme en las brazas del puto infierno.

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