Mundo ficciónIniciar sesiónLa tarde cayó sobre la casa como un cobertor de luz pálida. El reloj de la pared marcaba un tiempo que parecía no avanzar, y cada chasquido del segundero, normalmente imperceptible, se volvía un trueno en el silencio de la sala. Maria caminaba de un lado a otro, acomodando cojines que ya estaban en su lugar, alisando el mantel que no tenía ni una arruga, limpiando por tercera vez el mismo aparador. Era su manera de espantar los nervios. En el sofá, Aurora abrazaba su mochila rosa, con las piernitas balanceándose en el aire, los ojos grandes y atentos fijos en la ventana. Ante cualquier ruido del portón, contenía la respiración. El corazón le latía como un pajarito apurado.
—Abuela Maria, ¿a qué hora llega la abuela Antonella? —preguntó por quinta vez, sin darse cuenta de que re







