Mundo ficciónIniciar sesiónPero Marco sabía que, en aquel momento, cualquier palabra era inútil. La mente del amigo ya se había sumergido en el pasado, en el dolor que lo había moldeado. Reconocía esa mirada: era la misma de años atrás, el día en que Lorenzo cargó a Letícia sin vida en los brazos. La misma mezcla devastadora de shock, rabia e impotencia que nadie desea sentir dos veces.
El tiempo en urgencias era una paradoja cruel: los segundos se arrastraban como horas, y las horas desaparecen en un abrir y cerrar de ojos. Para Lorenzo, cada tic-tac invisible se burlaba de él, alimentando la angustia.
Hasta que, por fin, la puerta de la sala de trauma se abrió. Un médico alto, con bata blanca y semblante cansado, avanzó por el pasillo quitándose el gorro quirúrg







