El atardecer se filtraba por los ventanales de la mansión Winchester, tiñendo los pasillos de un tono dorado y melancólico. Denisse había pasado buena parte del día organizando los cuadernos y juguetes de Fred en la sala de estudio. El niño dormía la siesta y, por primera vez en semanas, la casa estaba en silencio. Un silencio tan profundo que casi podía escuchar el eco de sus propios pensamientos.
Mientras buscaba una carpeta entre los estantes, su mirada se detuvo en una puerta entreabierta. Era el despacho de Noah. Dudó unos segundos antes de acercarse. No quería parecer entrometida, pero el reflejo del sol sobre una fotografía enmarcada atrajo su atención como un imán. Entró sin hacer ruido, solo con la intención de devolver el marco a su sitio antes de que cayera.
En la imagen, dos hombres aparecían de pie, uno ligeramente más joven, con la misma mirada gris que conocía tan bien: Noah. A su lado, otro hombre, de rasgos similares, pero con una sonrisa abierta y cálida. Había en es