El eco de la música se extendía por toda la mansión como un hilo dorado, trenzándose con el murmullo de las conversaciones y el tintinear de las copas. La fiesta de bienvenida había comenzado con un aire solemne y elegante, pero a medida que avanzaba la noche, el ambiente se volvía más animado, más cargado de curiosidad y comentarios susurrados.
Denisse caminaba hacia las escaleras entre los invitados intentando pasar desapercibida, aunque sabía que no lo lograría. El vestido marfil que la madre de Noah le había prestado resaltaba más de lo que habría querido. Desde que entregó los documentos, varias miradas se habían posado sobre ella con una mezcla de curiosidad y especulación. No era de ese mundo, y todos podían notarlo.
Apenas dio unos pasos cuando escuchó un par de risas femeninas a su espalda.
—¿Quién será esa? —susurró una voz—. Dicen que es nueva en la empresa.
—Nueva o no, tiene suerte. Noah Winchester nunca mira a nadie dos veces.
Denisse fingió no oírlo, pero el calor subió