El auto avanzaba por los largos caminos arbolados que llevaban de vuelta a la mansión Winchester. Después del desagradable encuentro en la tienda, Denisse viajaba en silencio en el asiento del copiloto, con los dedos entrelazados por la marca nerviosa que dejaban las uñas sobre su piel. Noah conducía con rostro severo, aunque su mano libre descansaba —sin darse cuenta— demasiado cerca de la suya.
No habían dicho una sola palabra desde que salieron del centro comercial. No hacía falta. La tensión era un hilo invisible que los unía sin esfuerzo.
Cuando el auto se detuvo en la entrada principal, Fred salió corriendo a recibirlos, seguido de Grace, quien saludó a ambos con un gesto cálido. Noah dejó escapar un suspiro cansado.
—Ven —dijo él, colocando una mano en la parte baja de la espalda de Denisse—. Debes descansar.
Denisse asintió.
—Gracias por lo de hoy... por defenderme.
Él la miró. Una mirada intensa, contenida, pero sincera.
—No tienes que agradecérmelo —respondió con voz baja—.