La boutique elegida por la señora Winchester parecía sacada de una revista de modas: ventanales enormes, alfombras suaves, luz cálida y maniquíes vestidos con encajes tan delicados que parecían hechos de suspiros. Era uno de los lugares más exclusivos de Vermont… y no precisamente un sitio donde Denisse hubiese imaginado estar algún día.
Pero ahora estaba ahí. Escogiendo su vestido de novia.
Noah estaba junto a ella, revisando con ojo crítico los catálogos que la modista le mostraba. A pesar de su porte frío y serio, Denisse había aprendido a notar los pequeños matices: el ligero fruncir de cejas cuando algo no le gustaba, la mirada suave cuando la observaba sin darse cuenta, la forma en que su mano en la espalda baja de ella la hacía sentir segura.
—Voy a responder una llamada —dijo Noah, tocándole la mano con suavidad—. No te vayas lejos.
—Prometo no perderme —sonrió ella, intentando sonar ligera.
Noah salió al pasillo, hablando en voz baja.
Denisse se quedó sola, acariciando la tel