El viento frío de Vermont cortaba el aire como una hoja fina cuando Noah y Denisse salieron del edificio de la Fundación Winchester, lugar al que habían tenido que acudir justo después de su sesión de fotos. Había sido una jornada larga, llena de miradas, felicitaciones insinceras de socios y preguntas incómodas que ninguno de los dos tenía ganas de responder. Noah mantenía una mano en la espalda de Denisse, no para posar, sino porque parecía que ella podría tambalearse en cualquier momento.
Pero el verdadero problema comenzó cuando cruzaron la alfombra gris que cubría la entrada. Una multitud de reporteros los esperaba. Luces. Micrófonos. Gritos.
Y una mujer de abrigo rojo que avanzó como si hubiera estado esperando ese instante.
—¡Señorita White! —vociferó la periodista, con la voz afilada como un dardo—. ¿Puede darnos unas palabras sobre los rumores?
Denisse se tensó de inmediato, crispando los dedos.
—No, gracias —murmuró, intentando avanzar.
Pero la periodista dio un paso adelant