[Espero que la señora Carter pueda bendecirnos.]
El mensaje venía acompañado de una foto: un hombre y una mujer entrando juntos en un hotel.
Aunque la imagen estaba borrosa, Alessia reconoció a Dominic Carter de inmediato.
Una leve sonrisa se dibujó en los labios de Alessia.
Tres años atrás había perdido la memoria, y un hombre que decía ser su abuelo le había arreglado un matrimonio con Dominic, dejándole una tarjeta bancaria antes de desaparecer.
Sin tener a dónde ir y sin recuerdos, no le quedó otra opción más que aceptar aquella boda.
Y ahora parecía que, sin quererlo, se había interpuesto en los sentimientos de Dominic… lo cual explicaba su evidente aversión hacia ella.
Cuando estaba a punto de presionar el botón de llamada, Bianca —su cuñada— apareció de la nada con una sonrisa venenosa.
—Llevas tres años casada, Alessia. ¿Cuándo vas a darle un hijo a la familia Carter? —la voz de Bianca Carter sonaba afilada como un cuchillo—. Pero… bah, si eres gorda y fea. A mi hermano ni siquiera le gustas, seguro que ni te ha tocado, ¿verdad?
Alessia se estremeció ante la crudeza de la pregunta, consciente de que había algo de verdad en esas palabras. Aunque ostentaba el título de señora Carter, nunca había cumplido las expectativas que conllevaba. Incluso las noticias sobre su marido le llegaban solo por rumores.
Apretó los labios, con la mirada clavada en el mensaje de su teléfono.
Alessia dejó escapar una risa suave.
Si sus vidas estaban tan entrelazadas, quizás debía darle un pequeño empujón al destino.
Media hora después, Alessia ya había redactado un acuerdo de divorcio y se dirigía al Hotel Ritz.
Apenas alcanzó a llamar a la puerta cuando esta se abrió de golpe y unas manos ansiosas la arrastraron al interior.
A la tenue luz, se encontró con la mirada encendida de Dominic.
Alessia notó que algo no iba bien e intentó apartarse, pero él la sujetó con firmeza.
—¿Intentas huir? Tú animaste a la abuela a que me mandara el pastel… ¿no fue ese tu plan? —la voz de Dominic estaba cargada de reproche.
El corazón de Alessia se hundió al comprender su malentendido. Antes de poder explicarse, los labios de Dominic cayeron sobre los suyos.
…
Madrugada.
Alessia despertó, y los recuerdos de la noche anterior la golpearon de lleno.
Al pensar en la confusión de Dominic, sintió una impotencia amarga.
Ella había ido para hablar de divorcio, y al final todo había terminado así.
Se giró hacia el hombre que aún dormía, con los ojos entrecerrados y los labios apretados. Sus rasgos afilados parecían suavizados en el descanso.
Decidida, Alessia se levantó, dejó el acuerdo de divorcio sobre la mesa, dudó un momento, rebuscó en sus bolsillos y por fin sacó una moneda.
La colocó encima del acuerdo y añadió una nota: “¡De nada!”
Al día siguiente.
Oficina del CEO, Grupo Carter.
Un asistente entregó un documento a Dominic.
—Señor, esto lo encontramos en la suite del hotel.
¿Un acuerdo de divorcio?
Dominic lo tomó, y su mirada se ensombreció. No podía creer que Alessia quisiera divorciarse.
¿Acaso no era eso lo que ella buscaba? Mesadas millonarias, artículos de lujo cada trimestre, ropa de marca…
No era más que un juego del gato y el ratón. Estaba seguro de que volvería en unos días.
En ese momento, el asistente volvió a hablar:
—La anciana llamó. Dijo que la señora Carter se fue esta mañana con la misma ropa de hace tres años, cuando llegó por primera vez a la familia. No se llevó ni la tarjeta ni el teléfono.
“…”
—Revisé los movimientos de la tarjeta y el dinero sigue intacto.
¡¿Cómo podía ser?!
Dominic guardó silencio, la profundidad de su mirada transformándose.
Al ver su expresión, el asistente reunió valor y le entregó la nota y la moneda.
—También encontramos esto. Lo dejó la señora Carter.
¿Dejándole cosas a él?
Una simple fachada.
Dominic soltó una risa sarcástica, pero al ver la letra elegante de la nota, su rostro se cubrió de hielo.
—¡Alessia La Rosa!
¿En qué lo había convertido?
¿Un centavo?
¿Acaso solo valía un centavo para ella?
—¡Encuéntrenla! Aunque tengan que darle la vuelta entera a la ciudad, ¡encuéntrenla! —Dominic apretó la moneda con el puño, el rostro oscuro como la tormenta.
Cinco años después.
Aeropuerto Internacional Pearson de Toronto.
Una niña con vestido rosa de princesa, tan linda como una muñeca, iba sentada sobre una maleta que empujaba otra niña vestida igual que ella.
Alessia caminaba detrás, su rostro terso como la porcelana.
Llevaba una camisa blanca sencilla, unos vaqueros, el cabello recogido en una coleta limpia. Sus facciones delicadas y hermosas irradiaban una fría elegancia.
Alessia entrecerró los ojos, observando la ciudad de la que había estado lejos tanto tiempo.
Habían pasado cinco años. Por fin estaba de regreso.
—Mami, ¿esta es la ciudad donde naciste y creciste? ¡Es tan bonita como tú! ¡Hasta el aire huele dulce! —Eleanor parpadeaba con curiosidad, sus rasgos eran un reflejo de Alessia, sobre todo esos ojos idénticos.
—Sí —respondió Alessia, sacando su teléfono para llamar al coche que vendría a recogerlas.
—Mami, ¿a dónde vamos ahora? ¿Vamos a buscar a papá? —preguntó Eleanor ladeando la cabeza.
—No, cariño. Tu papá se fue al espacio a pelear contra monstruos y no volverá en cien años —replicó Alessia con indiferencia.
Antes de que Eleanor respondiera, Chris, que empujaba la maleta, suspiró con fastidio:
—Mami, ya tenemos cinco años, no tres…
La indirecta estaba clara: había que renovar la mentira.
Alessia se quedó sin palabras.
A veces, que los niños fueran tan listos no era precisamente una bendición.
—Ay, mami… una mentira lleva a mil más. Aunque papá sea un poco más bajito, más gordito, más feíto y nada presentable, ¡su existencia no se puede borrar! —sentenció Christian como un pequeño adulto, abriendo los brazos para cargar con cuidado a Eleanor.
Del otro lado, aquellas palabras de Chris lograron captar la atención de Dominic.
Él salía del pasillo VIP justo en ese instante y alcanzó a escuchar la voz del niño.
Por supuesto, las niñas siempre eran más vivaces. Christopher, en cambio, podía pasar un día entero sin decir ni una sola palabra.
Siguió el sonido y vio la espalda de la niña, aunque no su rostro. A su lado había otra niña, vestida como una princesa.
El rostro de la pequeña era encantador, con grandes ojos azules que brillaban con picardía.
Debían ser gemelas, ambas igual de adorables.
Dominic pensó eso al fijar su mirada en la madre de las niñas.
¡Demasiado hermosa!
Alessia, como si percibiera aquella mirada fija en ella, levantó la vista y encontró unos ojos oscuros, familiares e intensos.
¡Era él!
¡Dominic Carter!
El mundo era realmente pequeño.
Por un instante, Alessia se sobresaltó, pero pronto se recompuso.
Había perdido peso hace mucho tiempo, y Dominic nunca la reconocería.
Hace cinco años…
Después de dejar a la familia Carter, su intención había sido buscar a su abuelo.
Nunca imaginó que Dominic la buscaría por toda la ciudad, ni que habría otro grupo de personas persiguiéndola.
Atrapada en una tormenta, dio a luz prematuramente, arriesgando su vida en un hospital.
Pero esas personas no iban a dejar que escapara.
Hizo todo lo que pudo, y aun así perdió a su primer hijo.
Sumida en la tristeza, se marchitó de delgadez. Para proteger a sus dos hijos restantes y escapar de sus perseguidores, no tuvo más opción que irse.
Y, sin embargo, cinco años después, él aún no se había recuperado de la pérdida de su primogénito.
Por eso decidió regresar.
Alessia apretó los labios con determinación y, de repente, dándose cuenta de ello, abrazó fuertemente a Christian.
No podía permitir que Dominic viera su rostro. ¡Después de todo, Christian era como una copia en miniatura de él!
***
Último capítulo