La tensión en la cocina era casi palpable, como un aire denso que se pegaba a la piel y hacía que cada respiración se sintiera pesada.
Lorenzo se mantenía firme, erguido como un muro entre Aurora e Isabella, sus hombros tensos pero controlados, los ojos fijos en la mujer que había cruzado la línea una vez más. Observaba cada gesto, cada tic nervioso, evaluando la situación con una calma que contrastaba con el caos emocional que emanaba Isabella.
Aurora permanecía un paso atrás, los músculos alerta, la respiración medida, mientras trataba de contener la oleada de emociones que amenazaba con arrastrarla. Sentía cómo la presión de la mirada de Isabella la atravesaba, como si cada chispa de odio fuera un peso que empujaba sobre sus hombros.
En la puerta, Matteo y Elisabetta permanecieron inmóviles, como si el tiempo se hubiera detenido a su alrededor. Sus ojos, grandes y brillantes, reflejaban una mezcla de miedo y confusión que llenaba el espacio con un silencio tenso.
Elisabetta se