El aeropuerto tenía esa energía peculiar de los lugares donde la vida cambia sin pedir permiso. Gente corriendo con maletas, familias abrazándose, parejas peleando en voz baja, desconocidos mirando pantallas que dictaban destinos. Todo era ruido, movimiento, caos. Pero para Marcus y Laila, el mundo parecía avanzar más lento, como si el tiempo mismo los estuviera observando.
Melissa iba saltando unos pasos adelante, rodando su maletita rosada de unicornio, emocionada por su primer viaje en avión que recordaría. Cada tanto volteaba y agitaba la mano para que la vieran, como si temiera perderlos en ese mar de personas. La niña brillaba, su sonrisa era pura luz, y aun así, el ambiente entre los adultos alrededor de ella estaba cargado, denso, casi eléctrico.
Marcus empujaba las dos maletas grandes, vestido con ropa sencilla, camisa beige, pantalón caqui, tenis limpios. Su mandíbula estaba tensa, aunque trataba de suavizarla cada vez que Melissa lo miraba. Sus ojos, sin embargo, se escapab