Mundo de ficçãoIniciar sessãoEl auto se detuvo frente al edificio gris donde vivía. Laila pagó sin mirar al conductor, bajó con la mochila al hombro y el corazón hecho polvo. La calle olía a lluvia vieja y a pan recién horneado de la tienda de la esquina. Todo seguía igual, como si el mundo no hubiera notado que el suyo acababa de colapsar.
Subió las escaleras lentas, con la cabeza gacha. Cada paso era una repetición de algo que ya no quería pensar: “No te vayas, Laila.” “No me debes un informe. Me debías verdad.”
Sus propias palabras la perseguían. Y aun sabiendo que había hecho lo correcto, doler hacía un ruido terrible.
Entró al peque&nt







