Mundo de ficçãoIniciar sessãoEl auditorio estaba medio en penumbra, con las luces cenitales prendidas como estrellas disciplinadas. Al frente, cuatro atriles y una línea de sillas; al fondo, el eco dócil de una sala que todavía no tiene público. Marcus tomó asiento en la fila cinco por invitación de Clara, con la cordialidad aprendida de los hombres que están acostumbrados a la elegancia sin sorpresa. Había llegado puntual, con el traje sin una arruga y la decisión firme de distraerse: como quien toma agua muy fría para apagar una garganta que arde por otra razón.
Clara entró con el chelo abrazado a la cadera, un vestido oscuro que no pedía atención y, sin embargo, la obtenía, y ese perfume limpio que no imponía nada. El ensayo privado era eso: privado. Un pianista, una asistente que iba y venía con partituras, y &eacu







