Sebastián, quien lo esperaba apoyado en una pared del pasillo, enderezó su postura al verlo acercarse. Lo miró con ojos atentos.
—¿Cómo está Selene? —preguntó con cautela.
Damián soltó un largo suspiro antes de responder.
—Está bien, gracias a Dios. La bala no afectó ningún órgano vital, y el médico dijo que se recuperará por completo. Solo es cuestión de tiempo.
—Qué alivio… —respondió Sebastián—. Aunque eso no cambia lo ocurrido. Dispararon en tu club, Damián. Eso no es algo que podamos dejar pasar.
Damián lo miró fijamente, su mirada helada y firme como siempre.
—Por eso quiero que te encargues de investigar todo. Cada segundo, cada cámara, cada rostro extraño que haya entrado esa noche. Quiero saber quién fue y por qué lo hizo. No descanso hasta saber quién se atrevió a poner en riesgo mi territorio… y mi gente.
Sebastián asintió con la cabeza, serio.
—Ya estoy en eso. Tengo a dos hombres revisando los accesos del club, y otro siguiendo al sospechoso que escapó tras los disparos.