Nicola
—Tenemos problemas con los invitados, —dijo Lorenzo acercándose a mí para hablarme en voz baja.
Mis ojos se movieron automáticamente, buscando entre la multitud. Valentina caminaba hacia el baño, su espalda recta y su andar nervioso. Algo en su manera de moverse me decía que aún estaba preocupada, atrapada en sus pensamientos.
—Deja un par de guardias cuidando a mi prometida, —le ordené sin apartar la mirada de Valentina.
El calor de la rabia comenzó a arder en mi pecho. Todavía no me acostumbraba a verla alejarse de mi vista, especialmente cuando sabía que había tantos peligros a su alrededor.
Lorenzo asintió y tecleó un mensaje a los hombres de confianza, cuando los vimos en posición, ambos nos dirigimos hacia el sótano.
Al bajar las escaleras, mis pasos resonaban en las paredes frías del pasillo que llevaba a las salas de tortura, y cada eco me recordaba el control que tenía sobre este lugar, sobre cada persona que se atreviera a cruzar mi camino y terminaba aquí.
La primera