En la casa oculta, la tensión se sentía en cada rincón. Eyssa y Hester habían compartido un momento de calma, comiendo en silencio, mientras sus miradas se cruzaban de vez en cuando, cargadas de preocupación y anticipación. El silencio se rompió cuando un guardia irrumpió en la estancia con pasos firmes, su expresión reflejaba urgencia.
—Alfa Hester, en la frontera, el ejército de Rosso bloquea el paso. No los dejan entrar —informó, respirando con rapidez.
Eyssa y Hester se miraron, compartiendo un pensamiento sin necesidad de palabras. La ansiedad se mezclaba con la determinación; el destino los llamaba y no podían ignorarlo.
—¡Debemos ir! Mi padre debe estar ahí —exclamó Eyssa con firmeza, la voz cargada de un ardiente deseo de proteger a su familia y cumplir su deber.
Hester asintió, sin titubear esta vez, sintiendo que no había margen para dudas ni miedos.
—¡Hijo, por favor, debes ir! Deben ser fuertes para enfrentar la ira del Rey Alfa —dijo Mahi, con la voz temblorosa, pero resu