En el palacio del príncipe heredero.
La mesa estaba servida con abundancia, como cada tarde en que la familia se reunía. El brillo de los candelabros bañaba de un dorado tenue los rostros de quienes compartían la cena.
Hester, príncipe heredero del reino del Norte, se encontraba en la cabecera, con su porte firme y sereno.
A su lado derecho, su esposa Eyssa lo observaba con la devoción de quien ama más allá de la razón, y a su lado izquierdo estaba su madre, Mahi, la reina madre, siempre elegante y llena de una autoridad suave, aunque sus palabras eran capaces de trastocar el corazón de cualquiera.
Entre charlas cotidianas, risas y copas de vino, Mahi suspiró profundamente y, con la naturalidad de quien lleva tiempo esperando, preguntó:
—¿Cuándo me darán un nieto? Este palacio y estos jardines necesitan un cachorro… o quizás dos o tres.
La ocurrencia arrancó risas entre los presentes, un eco cálido que pareció llenar el salón entero.
Sin embargo, entre Hester y Eyssa, aquel comentario