En el reino de Rosso
Alessia llevó instintivamente las manos a su vientre. Su loba, inquieta y protectora, podía sentir la pequeña vida que latía en su interior.
—Debe cuidarse mucho, alteza —dijo la curandera con voz firme—, pero ahora… su cachorro y usted están sanos.
El alivio que sintió fue como un respiro que llevaba días sin poder darse. Asintió en silencio, con una mezcla de gratitud y temor. El peligro inmediato había pasado, pero su corazón sabía que todo dependía de que Alessander volviera con la cura.
Cuando por fin se retiró a su habitación, el peso del día cayó sobre sus hombros. Cerró la puerta y se dejó caer en la cama, acariciando una vez más su vientre. El vínculo con su pequeño era fuerte, y juró protegerlo con su vida.
***
En la Montaña Blanca
El ascenso había sido agotador. La nieve cubría cada rincón y el aire era tan gélido que dolía respirar. Alessander y Narella, tras horas de caminata, decidieron acampar antes de que la noche los envolviera por completo. Encend