—¡¡Usaste la sangre de mi Luna Dorada… en tu hija!! —rugió Jarek, con una furia tan desbordante que el aire mismo pareció estremecerse.
Su voz retumbó por todo el salón del trono como un trueno, haciendo que varios se encogieran en sus sitios.
Alessander se quedó paralizado. Sus ojos se abrieron con asombro, y su respiración se detuvo por un instante.
No entendía por completo lo que estaba sucediendo, pero sabía que aquello no era un simple conflicto... era una revelación que podía alejarlo o acercarlo para siempre a Narella.
Jarek bajó del trono con una ira imparable, su mirada encendida en fuego, avanzando directo hacia el padre de Narella con la clara intención de castigar, quizás incluso de ejecutar.
Pero en un instante que nadie esperaba, Narella dio un paso al frente y se interpuso entre ellos, con una valentía que sorprendió hasta al mismísimo Rey Alfa.
Él se detuvo.
El silencio fue absoluto.
Incluso Jarek, cegado por su furia, pareció congelarse al sentir aquella energía... esa