Aquellos lobos… no eran simples enemigos. Eran Darkness. Muchos. Demasiados. Una emboscada cuidadosamente planeada. Alessia bajó del vehículo sin pensarlo dos veces, sus pies apenas tocaron el asfalto cuando su cuerpo comenzó a transformarse. Su figura humana se desvaneció en segundos y dio paso a su forma lobuna, una criatura majestuosa, bañada en dorado, con ojos que ardían como brasas y un rugido que hizo temblar el aire.
—¡Atrás! —gritó su alma de loba a través del vínculo.
Corrió hacia el frente de batalla y clavó sus patas en el suelo con furia.
Un estruendo resonó como un trueno, y una onda expansiva se propagó desde su cuerpo hacia el terreno. El suelo tembló violentamente.
Los Darkness salieron disparados, derribados por la energía del golpe.
Era un movimiento fuerte. Un poder que solo las lobas doradas heredaban.
Uno que su madre, Luna Elara, le había enseñado en secreto desde que había despertado su loba dorada.
Lucien aprovechó el momento.
Su pelaje dorado cruzó el aire co