Sienna dejó que el agua tibia recorriera su cuerpo y la relajara un poco, si eso era posible, su cabeza estaba realmente conmocionada con lo sucedido en el restaurante y lo que no podía sacar de su cabeza era ese supuesto repentino cambio en actitud en Evans antes de despedirse.
Conocía muy bien al Alfa, sabía de lo que era capaz, al Lican lo precedía su fama de implacable, sanguinario y terrible hombre lobo en todo el territorio de la manada, así que pensar si quiera que había tenido un segundo de humanidad era como creer que Santa Claus era real. ¡Algo totalmente estúpido!
Cerró los ojos e intentó evocar los recuerdos del Rob Evans que conocía, esa mirada lobezna y poderosa que doblaba de rodillas ante su presencia casi a cualquiera, menos a ella, lo recordaba bien y nunca entendió por qué, y él tampoco, por eso esa fijación hacia ella, porque de todas las personas sobre las que gobernaba el Alfa Rob, solo a la humilde Omega y esclava sin lobo nunca pudo obligar a nada a menos que