Con la gracia de la mismísima Selene, la diosa de los Licans como emergida de un sueño, Sienna se deslizó con gracia flotando delicadamente en cada paso, su presencia, un susurro de encanto detuvo el aliento de todos.
El vestido, de un verde oliva profundo le recordó a Leonard el follaje de los bosques encantados al anochecer, en los que solía ir para desaparecer de todo y dejar a su lobo ser él mismo. La delicada prenda, con una caída fluida y sedosa, se ceñía a la cintura de la rubia antes de desdoblarse en una falda que apenas si rozaba sus rodillas insinuando más de lo que revelaba.
El diseño asimétrico, con un hombro descubierto invitaba a las miradas a perderse en la suave y blanca línea de su piel, mientras la falda mostraba una sensual abertura lateral danzando con ella, revelando y ocultando a cada paso la silueta de sus largas piernas, en un juego involuntario de misterio y seducción.
Una oleada de murmullos se apagó, y las miradas se posaron sobre ella, cautivadas por la el