Sebastián
La llamada de la abogada de Lina Durán no era una negociación; era un ultimátum envuelto en seda. Mi mente, entrenada para la crisis corporativa, se enfocó inmediatamente en la amenaza: la patente B5, el corazón de Belmonte Corp., y el destino de Aitana e Isabella.
Salimos del hospital después de asegurarnos de que Julián estaba estable y bajo protección policial. Estaba sedado, pero antes de caer dormido, me había mirado con una extraña mezcla de resentimiento y camaradería.
—Te salvó. Te debe algo —dijo Aitana, mientras nos dirigíamos de regreso a la mansión.
—Me salvó para tener un oponente digno. Pero la verdadera amenaza ahora no es Julián, es tu madre biológica. Lina Durán tiene la clave para destruirnos a todos.
—Y quiere que Isabella y yo desaparezcamos de tu vida a cambio.
—Ella te entregó a Eliseo Ferrer para protegerte del estigma del espía Mario Durán. Ahora quiere recuperarte, pero sin la contaminación Belmonte.
Llamé a mi equipo de seguridad. El nivel de protec