Aitana
Las palabras de Julián se habían incrustado en mi mente como esquirlas de cristal: "Tus padres no están muertos. Y tu padre es un criminal." La revelación no solo invalidaba mi infancia, sino que convertía mi búsqueda de identidad en una amenaza latente para mi nueva vida. Si mi padre biológico era realmente un criminal, la prensa lo utilizaría para destruir a Sebastián y, peor aún, para manchar el nombre de Isabella.
Regresamos a la mansión Belmonte. La victoria sobre la junta directiva y el exilio de Doña Elena se sentían huecos.
—Tenemos que encontrar esa información antes que Julián —dije, caminando de un lado a otro en la oficina de Sebastián.
—Es lo que haremos. Eliseo era meticuloso. Si ocultó tu origen, debe haber dejado algún rastro, algún documento.
—Lo busqué en la casa de mi abuelo antes de mudarme. No había nada. Solo sus papeles de adopción.
—Eso significa que lo guardó en el único lugar donde Julián no podría buscar, porque no sabría qué buscar: el archivo de la