capitulo 5

Llevaba seis horas conduciendo. Estaba en medio de la nada, rodeada de campo a ambos lados del camino. El cansancio comenzaba a apoderarse de su cuerpo, pero su determinación se mantenía firme. Sabía que hacía lo correcto, aunque el futuro se presentara incierto y plagado de posibles privaciones.

—Nadie te separará de mí, cariño —susurró, mientras posaba una mano sobre su vientre.

¿A dónde iría? Sus padres habían muerto hacía años y, siendo hija única, sus opciones eran escasas. Su única familia era su abuela materna.Aunque Alekos no sabía dónde vivía, Dakota había mantenido una relación cercana con ella durante los últimos años. Siempre aprovechaba sus ausencias por viajes para llamarla o visitarla.La casa de Teresa era el único lugar seguro que se le ocurría para pasar unos días y decidir qué rumbo tomar.

Pensó que se detendría en la próxima gasolinera, tomaría un café y seguiría el viaje.

Mientras tanto, Alekos Ravelli caminaba como un león enjaulado dentro de su departamento. Iba de un extremo al otro, la mandíbula apretada, furioso.

—¡Perdiendo su juventud conmigo! ¿Quién se cree que es? Pero la voy a encontrar… y va a conocer a Alekos Ravelli. Va a desear no haberse burlado de mí.

Llamó al chofer y salió del departamento.

—Llévame a mi casa —ordenó al subir al coche.

A la mañana siguiente, Alekos estaba de muy mal humor. Había dormido poco y mal. Para colmo, había soñado con Dakota. Pero ya había tomado una decisión: llamaría a su amigo y jefe de seguridad, Xandro. Necesitaba encontrarla y hacer que pagara.

Estaba convencido de que Dakota no tardaría en buscar una nueva víctima. Para él, no era más que una ramera. Entonces, golpearon a la puerta de su oficina. Era Freya, su secretaria.

—Alekos, vine a recordarte que en tres horas sale el vuelo para Londres.

—Lo sé. Salimos en treinta minutos. Ahora déjame, quiero hacer unas llamadas.

—¿Quieres que te marque?

—No, lo haré yo. Cierra la puerta al salir.

Alekos tomó su teléfono y marcó.

—Xandro, ¿cómo estás, amigo? Tengo un trabajo para vos. Necesito toda la información posible sobre Dakota: amigos, familia, cuentas, lo que encuentres. Te enviaré lo esencial. Hoy mismo salgo para Londres, vuelvo en tres días y para entonces quiero saber todo. Necesito saber dónde está.

Detrás de la puerta, Freya escuchaba con atención, conteniendo una sonrisa.

—¿Así que la muchachita se ha marchado? Esta es mi oportunidad de conquistar a Alekos —pensó.

Alekos tomó su maletín y salió de la oficina.

—¿Estás lista, Freya? Nos vamos —dijo sin mirarla.

—¡Por supuesto! —respondió ella con entusiasmo.

El viaje a Londres era por negocios. Alekos abriría una nueva oficina allí. Con treinta y cinco años, era uno de los empresarios más importantes del sector hotelero. Sin embargo, no podía dejar de pensar en la nota de Dakota. “Perder mi juventud”... Ni que él fuera un viejo, se dijo con irritación. Definitivamente, se había equivocado con ella.

Serían ocho horas de vuelo. Aprovecharía para adelantar trabajo. Pero durante la escala para almorzar con Freya, no pudo evitar notar lo corta que era su falda, dejando al descubierto unas piernas bien torneadas.

Bonitas, sí, pero no tan hermosas como las de Dakota. Bastó recordar sus piernas enredadas con las suyas para que maldijera en silencio.Necesitaba una amante con urgencia.

—Alekos, te ves tenso. ¿Quieres que te sirva un trago? —preguntó Freya con voz seductora.

—Para eso está la azafata, pero gracias. Siempre tan servicial —respondió con frialdad.

—No agradezcas, estoy aquí para lo que necesites.

Horas más tarde, el avión comenzó su descenso. Pero aunque estuviera por aterrizar en Londres, Alekos Ravelli sabía que su cabeza seguía atrapada en otra parte. Y su nombre era Dakota.

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